2012/08/26

Parques fotovoltaicos, vaya culebrón

A pesar de lo poco que escribo por aquí, hay un tema que no puedo dejar pasar. Hace ya tiempo escribí sobre los parques fotovoltaicos como inversión. Por un lado ofrecen el beneficio ecológico y de apoyo a una tecnología que creo, en el futuro, será una de las que nos permitan mantener el consumo energético actual. Pero en el puro sentido económico, teníamos una inversión con un retorno garantizado por el BOE, de modo que no podía salir mal.

Pues nada de eso. Ya en el artículo que enlazo se vislumbraban nubarrones. El precio garantizado tenía fecha de caducidad, que probablemente se adelantara una vez cubierto el cupo de generación estipulado. Desde entonces no he estado pendiente en exceso. Pero recientemente he visto varias noticias relacionadas con esto. La más sangrante, posiblemente, sea ésta: 200.000 familias al borde de la insolvencia por invertir en fotovoltaicas. La inversión era bastante apalancada, y los préstamos estaban diseñados para una TIR de un 11%. Con las rebajas, la TIR se estima que quedaría en un 7%, insuficiente para mantener flujos de caja positivos. Y claro, aunque dentro de 16 años siga habiendo rentabilidad, el camino es largo.

Se supone que lo escrito, escrito está, y que las leyes no se pueden cambiar cuando a uno le parezca, no al menos de forma retroactiva. Por eso es que los afectados no piensan quedarse parados. Los ‘fotovoltaicos’ preparan más de 50.000 recursos judiciales. Los productores españoles en energía solar fotovoltaica ultiman sus reclamaciones por daño patrimonial frente al Ministerio de Industria, Energía y Turismo, puesto que el Tribunal Supremo admite el cambio retroactivo, pero no se opone a las indemnizaciones derivadas del daño que ocasionan dichas modificaciones.

Por otro lado tenemos declaraciones desde Bruselas. Desde allí advierten de la intervención de la Comisión Europea en la política energética española si las renovables reciben un trato “inadecuado”. Se quejan de la falta de trasparencia, brusquedad y retroactividad de las medidas adoptadas, con el daño que esto produce a los inversores en el sector.

Y ya aprovechan para dar un repaso a las mamandurrias locales, achacando el déficit de tarifa a la compensación excesiva de algunas infraestructuras, tales como centrales nucleares.

Me parece totalmente injusto que se puedan modificar de forma unilateral las condiciones pactadas. Es posible que se pueda decir que mal se puede pagar si no hay de dónde, pero lo mismo se podría decir sobre el déficit tarifario, u otras tantas cosas. Incluso aunque así fuera, el estado sería la parte que incumpliría, y debería negociar con los productores de energía una solución razonable para todos.

Al no hacerlo así está generando una incertidumbre importante. Citando a un diario alemán, ComparaTarifasEnergia dice que el ministro de asuntos exteriores alemán, alarmado por la dependencia de su país del gas siberiano, osa proponer que con parques solares en los países del sur de Europa se podría generar energía de que la se podrían abastecer. Aunque no sean más que palabras, parece una apuesta digna de tener en cuenta. Y aquí, tirándonos los trastos, en vez de poner la oreja...


Añado: más información en este artículo, con detalle sobre cómo la previsión inicial se quedo corta nada más empezar, y lo que vino después.

2012/04/29

Correctores, editoriales, ortografía

Ayer, en la radio, en NEUDC, hablaban del trabajo de los correctores en las editoriales. Sobre cómo cada vez se valora menos su trabajo, hasta el punto de hablar de la leyenda urbana de algunos ebooks donde, cada vez que un lector hace una corrección, ésta se envía a la editorial para sucesivas ediciones. O sea, no hay correctores, que corrijan los lectores.

Yo soy uno de los que valoran la corrección en un texto. Siempre lo he hecho, y más aún desde que mi trabajo incluía tareas como escribir textos y corregir los de otros. Cada uno sabía que los fallos del texto escrito eran trabajo para el siguiente eslabón. Por ello me resulta un poco ambiguo todo el discurso sobre los correctores; me cuesta apartarme de la idea de que un escritor vive del lenguaje, y no dominar la ortografía es tan inconcebible como un carpintero que no sepa usar una lija y entregue sus trabajos... pues eso, llenos de rebabas.

Tal vez haya que asumir que existe gente con cosas que contar, con talento para hacerlo, y que si por tener mala ortografía no escribe, nos perderemos algo bueno. La verdad es que, si fuera mi caso, me buscaría yo mismo un corrector para evitarme la vergüenza.

Sobre la opinión original, estoy de acuerdo en que la corrección no tiene el peso que tenía. Probablemente se deba a que ahora es más fácil y barato editar cualquier documento, se ha trivializado. Cualquiera escribe, y al bajar el coste de la edición, el precio de un corrector significa una porción mayor del total. Cuando encuentro un libro reciente donde se cuida ese aspecto, más que parecerme lo normal, lo valoro especialmente.

Estoy leyendo ahora Peñas arriba, en una edición de hace muchos años, del tipo "Las 30 mejores obras de la literatura universal", encuadernados en cartoné, nada de lo que esperar una calidad sobresaliente. Letra pequeña, papel ya amarilleando. Una impresión no muy favorable cuando lo empecé. Pero, habiendo llegado a la página 150, no he encontrado ninguna errata.

Ayer mismo, para completar la serie de eventos relacionados, me encontré con este cartel mientras hacía la compra. Antes de asimilar conscientemente el significado del cartel, lo primero que pensé es en algún tipo de maridaje entre los dulces y algún vino, tal vez de la zona.

Vale, de acuerdo, no creo que nadie vaya a los supermercados buscando literatura de calidad. Bueno, salvo en la sección de libros; me refiero a los carteles publicitarios, precios, ofertas. Pero, ¿tan difícil es que la persona encargada de preparar los carteles sepa escribir y ponga un mínimo de atención? ¿Que algún encargado, o alguien que sí sepa escribir, pegue un grito y cambien los carteles en no más de un par de horas desde que los pongan a la vista? ¿O, tal vez, es algún truco de marketing, como que la gente pensará que, si ni siquiera saben escribir, venderán más barato?

2012/04/15

Wifi: hay gente pa'tó

Hace ya casi un año que vi este anuncio pegado en las paredes cercanas a mi casa. Me llamó la atención por varias cosas: publicidad engañosa (¿para siempre?), y actividad, si no ilegal, poco ética. Así que foto al canto, material para escribir un poco. Pero la dejé ahí, abandonadita, y otros la colgaron en la red antes que yo.

Hace poco he visto, de nuevo en los alrededores, este otro anuncio. Y aún no lo he visto en internet... Lo primero que pensé es que, al saturarse el mercado para los servicios de hace un año, los mismos habían cambiado el producto y ahora se dedicaban a deshacer lo que hicieron. Pero no, a no ser que hayan cambiado de nombre y teléfono, parece que no son los mismos.

Pensándolo bien son mercados complementarios, así que el trabajo que haga uno puede significar encargos para el otro...

2012/04/14

Cultura traigo, oiga...

Los que recuerdo como clásicos son el chatarrero, el colchonero lanero y el tapicero. Viajan en una furgoneta, altavoces sobre el techo, y recorren el barrio o el pueblo anunciando su producto una y otra vez.

Hoy, por primera vez, encima de la furgoneta usada para colocar los carteles del teatro municipal, unos altavoces invitaban, sobre música de actualidad, a disfrutar de la mejor oferta cultural. ¡Este fin de semana, ven al Rabal! ¡Pinto es cultura!

2012/03/25

Grupones, año y medio después

Hace casi año y medio leí sobre los "grupones", páginas como la de Groupon y las otras que surgieron casi a la vez. Pronto me apunté a ellas también, Groupalia y LetsBonus, para comprar ofertas concretas.

Originalmente, el planteamiento de estas páginas es interesante. Parece razonable que, si se consigue juntar a una cantidad de personas que quieren comprar algo, se pueda negociar un buen precio. La forma de llevar esto a la práctica es un poco al revés: las páginas eligen un producto, y negocian un precio a cambio de garantizar un número mínimo de compradores. Lo ofrecen, y una vez que lo "compra" la cantidad correspondiente de personas, la oferta se hace efectiva. Claro está que las ofertas son "genéricas", pues no las confeccionan los compradores, sino que deben adaptarse a las que aparecen.

En todo este tiempo he comprado ofertas de muchos tipos: comida (sobre todo), masajes, lavados de coche, estancias de hotel, teatro, "cacharritos" (teléfonos, tazas de Vistaprint, un casco de moto...), cursos de cocina, y carnet de moto (de esto hablaré en otro post).

Las experiencias han sido bastantes variadas. Quizá las de teatros son las más previsibles: la obra es la que es, pero a menor precio. Los "cacharritos" rara vez son contrastables en internet, por tratarse de modelos específicos. Por suerte, no he tenido problemas. Únicamente en el caso del casco, de haberlo podido probar, habría elegido una talla distinta. En principio es un problema de cualquier compra por internet, pero se complica un poco: tú compras el producto al intermediario, que (previo encargo) ha comprado el casco al proveedor. ¿A quién le pides cuentas? El intermediario ha servido lo que pediste, así que poco se puede hacer. Y el proveedor no te ha vendido nada, así que tendrás que tener mucha suerte para conseguir un cambio, no digamos un reembolso.

La mayoría de cupones son intercambiables por servicios (masajes, lavados, pero también restauración). Los cupones tienen una caducidad, de modo que hay que reservar y, cuando haya disponibilidad, canjear el cupón. ¿Qué ocurre? Que uno se compra el cupón, luego no acaba de encontrar el momento para canjearlo, y cuando se acerca la fecha de caducidad ya no hay disponibilidad.

Esto me ha ocurrido en varias ocasiones. Las soluciones (por parte del prestador del servicio, o del intermediario) han sido ampliar el plazo, o bien reembolsar el importe del cupón. En el segundo caso, en vales para la página correspondiente, a gastar en un plazo determinado.

Los cupones de restauración (la mayoría) me han llevado a sitios de lo más variado, a los que no habría ido de otra manera. Algunos de ellos los tengo anotados como sitios a los que volveré, en uno u otro momento. Otros son interesantes en cuanto a la relación calidad/precio, pero no me plantearía visitarlos sin cupón. Y luego están otros con los que nos hemos echado unas risas.

Como ejemplo, en uno de los últimos, mi pareja y yo consumimos las dos hamburguesas + botella de vino incluidas en el cupón, y terminamos pidiendo un menú del día a compartir, para conseguir salir comidos. La hamburguesa, claro está, no se parecía a la de la foto.

A la hora de elegir los cupones hay que tener en cuenta una cosa: la publicidad vende expectativas. Cuando lees la descripción del cupón, en tu cabeza aparece la imagen que quieres. La publicidad despierta tu imaginación. Pero sólo vale lo que está escrito, por lo cual hay que leer detenidamente, y no dejarse llevar. Recuerdo una oferta para una hamburguesa con salsa de boletus por un euro. Se obligaba a consumir un entrante por persona; claro, siempre pides algo de beber, y posiblemente un postre. La comida te podía salir por 15 euros. O tu concepto de maravilloso, magnífico, completo, u otros adjetivos igual de subjetivos y ambiguos, no es igual que el que tiene el autor de la publicidad. Y si ves lo que has comprado y te parece poca cosa... bueno, en la publicidad ponía que era maravilloso, pero qué le vamos a hacer.

Desde el punto de vista de los establecimientos, la cosa está dividida. Por lo que he podido leer en algunas webs, se presiona para que las ofertas sean realmente buenas. Y de lo que paga el cliente, entre un 25 y un 50% se lo queda el intermediario. Por tanto, quien presta el servicio cobra una cantidad bastante baja. ¿Y dónde está el beneficio? Tendrá que conseguir fidelizar al cliente mediante un buen servicio, consiguiendo vía libre para enviarle publicidad directamente, obligando a pagar precio estándar por otros elementos (como el entrante o bebidas que decía antes), o bien simplemente consiguiendo el cliente en caso de negocios con alto coste fijo y variables muy bajos (por ejemplo, para un balneario, que vaya un cliente más representa un coste mínimo). Y además, con exclusividad (si se ofrecen a través de una de estas páginas, no pueden ofrecerse a través de ninguna otra durante un tiempo.

En resumen: para los vendedores, una posibilidad de dar a conocer su negocio. Con poco beneficio, pero la publicidad tampoco es gratis. No interesará a todo el mundo, pero se puede evaluar.

Y para los compradores, una oportunidad interesante siempre que se lean bien los anuncios, que no se acaben comprando cosas que no se comprarían de otro modo, y que se tenga en cuenta los vales sólo se pueden utilizar a partir del día siguiente de comprarlo, cuando el impulso que nos llevó a comprarlo tal vez ya se fue.

2012/03/21

Sociedad Pública de Alquiler, descanse en paz

Hace unos días que la portavoz del gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, dio la lista de empresas y organismos oficiales que iban a desaparecer, en virtud de un esfuerzo ahorrador que ya podía haber aparecido hace tiempo.

Entre estos organismos estaba la Sociedad Pública de Alquiler, mencionada por aquí en alguna ocasión. Como tantas otras veces, su cometido es razonable sobre el papel, pero luego el funcionamiento deja luego bastante que desear.

Como muestra, este artículo que he encontrado de rebote. Cierto es que quien lo escribe es parte interesada, pero los datos son contrastables. Como resumen, una cuenta: si asumimos que su capital actual es 0 y dividimos el presupuesto inicial (20 millones de euros) entre el número de alquileres que han gestionado (19.038), obtenemos una pérdida de 1050 euros por alquiler. No de ganancia, ojo, de pérdida. Cabe suponer que conservarán cierto capital, pero también lo es que en 2008 estuvieron en quiebra y hubo que meter más dinero, así que lo mismo es incluso peor.