2007/07/06

No queremos ir de compras

En AlterNet (ojo, en inglés) alguien se propone no comprar nada nuevo en un mes. Está permitido comprar cosas de segunda mano, con excepción de comida, medicinas (obviamente) y ropa interior. No se trata de cambiar el mundo, total, es un mes. Pero sí de tomar conciencia de hasta qué punto somos dependientes de consumir recursos.
No nos engañemos: cada cosa nueva que compramos ha necesitado de unas materias primas, una mano de obra y una energía para llegar a ser. Podríamos añadir lo necesario para que haya llegado a nuestras manos, a veces desde muy lejos. Y, normalmente, comprar algo nuevo significa tirar algo que ya no usaremos porque está antiguo, roto, o pasado de moda.
Me llama especialmente la atención que la protagonista de esta historia, más allá del reto, busca información. Así que se pone a hablar con economistas sobre las ideas que surgen al respecto, muy del discurso norteamericano: así contribuyes a frenar la economía, el consumo, etc. Como dijo un presentador de radio, dirigiéndose a un líder de un movimiento que promueve la reducción de consumo: Sois malos para América, y sois malos para la economía.
La cuestión es que, dice uno de esos economistas, si la gente se volcase en no comprar, posiblemente resurgirían los fabricantes de cosas que duran, como las que se hacían antes. Más caras, pero más duraderas. Con posibilidad de arreglarlas cuando se rompen, sin que el arreglo cueste más que el cacharro nuevo.
Otra conclusión interesante a la que llega la no-compradora, tras leer un estudio sobre el impacto ecológico que representa cada compra, por categorías, es que de las 50 categorías, 7 de ellas representan la mayor parte del total. Y no se trata, precisamente, de las que compramos (o no) todos los días, sino de las grandes, como casas o coches. Así que, después de todo, tal vez resulte no sea necesario ponernos tan radicales como para dejar de comprar del todo; lo más sensato será, seguramente, comprar con mesura, lo que sea necesario, y teniendo en cuenta qué implica que lo que compramos haya llegado a nuestras manos. Y, claro, pensar más cuanto más grande es la compra.

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